Aunque el avance de los países de América Latina ha sido heterogéneo, no existe hoy en día una nación de la región que no haya experimentado transformaciones profundas y positivas desde la denominada crisis de la deuda de principios de los años ochenta, probablemente la más seria de las últimas cuatro décadas. En el ámbito económico, en la mayoría de los países se avanzó gradualmente hacia la estabilidad macroeconómica y se aceleró la apertura comercial. Por un lado, una mayor prudencia en el diseño de las políticas fiscales y monetarias contribuyó a que, a diferencia del pasado, la región fuera más resistente a las crisis económicas externas. Por otro lado, una mayor apertura del comercio permitió explotar los beneficios del auge de la demanda mundial de mercancías y, en consecuencia, del alza de los precios de las materias primas que tuvo lugar durante el decenio 2003-2013. En una región en la que la exportación de materias primas agrícolas, de energía y de metales concentra la mitad del valor de las exportaciones totales, el alza de la demanda mundial y del precio de estos bienes condujo a una mejora de los términos de intercambio y propició que la economía latinoamericana creciera a una tasa anual promedio del 3,9% durante dicho decenio.