This book is the first comprehensive analysis of the thought of Ignacio Ellacuría, the Jesuit philosopher-theologian martyred for his work on behalf of Latin America's oppressed peoples. While serving as president of the Jesuit-run University of Central America in the midst of El Salvador's brutal civil war, Ellacuría was also a prolific writer. His advocacy on behalf of the country's persecuted majority provoked the enmity of the Salvadoran political establishment. On November 16, 1989, members of the Salvadoran military entered the university's campus and murdered Ellacuría, along with five other Jesuit priests and two women. Kevin F. Burke, SJ, shows why Ellacuría is significant not only as a martyr but also as a theologian. Ellacuría effectively integrated philosophy, history, anthropology, and sociopolitical analysis into his theological reflections on salvation, spirituality, and the church to create an original contribution to liberation theology. Ellacuría's writings directly address one of the most vexing issues in theology today: can theologians account for the demands arising from both the particularity of their various social-historical situations and also the universal claims of Christian revelation? Burke explains how Ellacuría bases theology in a philosophy of historical reality—the "ground beneath the cross"—and interprets the suffering of "the crucified peoples" in the light of Jesus' crucifixion. Ellacuría thus inserts the theological realities of salvation and transcendence squarely within the course of human events, and he connects these to the Christian mandate to "take the crucified peoples down from their crosses." Placing Ellacuría's thought in the context of historical trends within the Roman Catholic Church, particularly Vatican II and the rise of liberation theology in Latin America, Burke argues that Ellacuría makes a distinctive contribution to contemporary Catholic theology.

Cuando enfrentamos el duelo de la separación, todos deseamos poder resolverlo, mujeres y hombres van buscando regresar a la vida. Estoy convencida de que, con trabajo amoroso: "... un día, la herida cerrará, dejará una cicatriz que irá tomando fuerza y finalmente, dejará de doler, podrá pasar el dedo sobre la herida y verá que ya no duele; podrá hablar del tema sin desgarrarse, con certezas. Es cuando esta cicatriz deja de doler cuando podrá dar paso al perdón. Entonces el duelo se habrá resuelto". Escrito desde la mujer y para la mujer, la trasciende y alcanza al hombre.

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Mi ayer, al que me referiré en este libro, es 1947, año en el que me gradué. En ese entonces, ser médico significaba haber adquirido los conocimientos teóricos en la facultad y los prácticos en los hospitales. El conocimiento médico avanzaba de a pie y con paso de paseo. Los médicos podían ser clínicos y cirujanos, y abarcar varias especialidades. Ser médico hoy es muy diferente. A la responsabilidad ética de antaño hacia la propia conciencia, se ha sumado la responsabilidad legal respecto de pacientes muchas veces hostiles y estimulados por abogados poco escrupulosos. Mañana (un mañana que ya es hoy) se le añadirá todavía la responsabilidad económica, exigida por quienes gerencian los sistemas de salud. Así, cualquier clínico, además de enfrentar problemas activos de un paciente concreto, deberá enfrentar –ya lo hace hoy–problemas probabilísticos. Ayer, hoy y mañana no son sólo cambios cronológicos, sino también variaciones de pautas culturales. Sabemos que no podemos detener el tiempo; aun así, podemos defender de la erosión las pautas culturales que creemos dignas. Hasta hace algunas décadas, el médico vivía la pauta cultural de la entrega generosa y la sabiduría, que hoy debe cambiar por la de la efectividad y la eficiencia. El esfuerzo debe apuntar, entonces, a conciliar ambas culturas; el desafío es cómo hacerlo. Alberto Agrest Sus escritos, que deberían ser de lectura obligada para quienes se dedican a la medicina y más aún para las nuevas generaciones que planean hacerlo, lo han convertido ya en un clásico de la reflexión sobre el destino de la medicina contemporánea. Guillermo Jaim Etcheverry